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11 agosto 2006

Para No Ia

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-Si cruzas puede que no volvamos a vernos –dijo Galán apoyado en el marco de la puerta
-Estás en mi casa, no tengo inconveniente en que te quedes – le dije -, pero te voy a pedir que me devuelvas mis llaves. Sé que te diste cuenta cuando cayeron al suelo del bar. Parece que estoy de suerte
-Por qué
-…Parece que estoy de suerte –repetí pensativo, creo que me había salido bien la solución del descuido del bar
-¿Puesss? –con su voz suave y sus ojos esculpidos por rojas venas
-Quería tenerte frente a frente en mi terreno. En mi casa. Voy a entrar, hablemos, o a hostias, como prefieras, a mí me vienes muy a mano, tu comportamiento ha sido de cobarde. –Le aparté con mi brazo izquierdo acompañando a la concordia, entré en la casa y cerré.
-Galán, dame las llaves –le pedí
-Qué pasa ¿ya no puedo entrar aquí? Aún tengo las llaves
-No sé por qué tienes que portarte así. Escúchame, esas llaves son mías. Las cogiste en el bar al marcharte.
-¿Pero qué dices? –Galán me enseñó su llavero de siempre quedándose con tres llaves.
Me miré los bolsillos para asegurarme, yo no las tenía encima, seguían en el sucio suelo del bar. Dudé un instante. Decidí dejar las cosas así y hacer como si nada.
-Siéntate Galán
-Estoy en mi casa , tío. Vengo mucho por aquí ¿sabes? –su tono se me hacía más amenazador
-¿Has estado aquí todo el tiempo?
-Sí tío, con Cony. ¿Te ha jurado fidelidad?- y soltó una carcajada esperpéntica
Ahora no sabía que creer. Cony había estado fuera tan sólo cuando iba a clase. Galán sabe demasiadas cosas de mí, sabe que me pongo psicótico con las preguntas que se ramifican en este momento dentro de mi cabeza en forma de paranoia.
Me reí muy alto, bajé el tono por si los vecinos, pero una depresión nerviosa había hecho estallar mi risa, era molesta, incluso dolorosa, pero al ver la cara de Galán creo que no sabía tanto de mí como yo creía, no era tan listo y cabrón, pero seguía siendo un cabronazo para mí. Seguí riendo, y el no entendía, yo riendo a carcajada limpia, a la mierda los vecinos, soy libre y estoy loco, y Galán a punto de estallar, me pareció que intentaba decirme algo y yo en medio del éxtasis, medio tirado en el suelo grité:
-¡Soy libre y estoy loco!... –se me fue pasando la risa con la liberación del grito. Me levanté y quedé completamente cegado por una bajada de tensión o tal vez fuera otra cosa, era una oscuridad completa, me eché un rato sobre la gruesa alfombra india. Oscuridad. Entorné los ojos pero seguía cegado, oía pasar coches como grandes aspas rasgando el éter, incluso dudé de si se habían fundido los plomos de toda la avenida. Quedé a disposición de él y eso me aterró, seguía si ver nada en esos segundos de nulidad. Me di cuenta de que se habían fundido los plomos, pero ya veía algo. Galán no estaba en mi espacio visual. Empecé a caminar hacia el fondo del salón y me estremecí al oír dos voces levemente, voces que no identifiqué, ninguna parecía la voz de Galán. Según me aproximé a la habitación contigua cesaron los susurros. Tomé una figura de un violinista que estaba sobre el mueble del calefactor y me quedé quieto con la figura en alza, mirando la puerta entreabierta y vigilando mi retaguardia. Pensé en salir sigilosamente y llamar a la policía, pero me pareció que eso no iba conmigo, la posibilidad de que Galán me tendiera una trampa relacionada con su tráfico me tenía alerta. La palabra traidor; pensé que le definía mejor que a mí, pensé qué locura originó esto, de veras que no me esperaba que Galán llegara a asediarme en mi casa

Decidí volver sobre mis pasos, Galán era el demonio, una persona maléfica que quería una cruenta venganza que purgase su resentimiento. Sigo oyendo unas voces, todo tiene explicación, es eso. Las llaves, la luz, las voces, todo es cierto, estoy temblando, estarán armados con cadenas, o navajas… Estoy perdido. Salgo corriendo hacia la cocina, me tropiezo en el pasillo con algo duro que me machaca varios dedos del pie, caigo al suelo torpemente, noto que mi corazón late como si quisiera salir de mi pecho, el sudor cae como si me arrojaran agua helada sobre la cabeza, estoy frío, maldita luz, doy al interruptor pero todo sigue a oscuras, me dan arcadas. Me aproximo al cajón de los cubiertos, tomo un cuchillo largo y afilado, o eso creo, abandono la cocina, algo golpea mi cabeza, mi cerebro se resiente, ahora recuerdo que no tomé la medicación de la tarde, ni la de la noche, son las cuatro de la madrugada, es un mareo, voy a vomitar -¡Bhuag!
-Alberto, ¿estás bien? –dijo una leve voz, hacia mucho que no me llamaban por mi nombre legal
-¿Cony? ¿Qué haces aquí? No entiendo nada
-Se ha ido la luz, tranquilo, levántate –dijo con suavidad
-Cony, cuánto llevas aquí
-Acabo de llegar, sabía que estarías aquí, no podía dormir y he ido a buscarte pero te habías ido tras Galán, me temía lo peor
-Sí Cony, creo que estamos en peligro, Galán está aquí con… -Cony no me dejó acabar la frase
-Ya sé que Galán está aquí, se ha acostado, no pasa nada ¿Por qué tienes ese cuchillo?
-¡Dios! Me va a estallar la cabeza. He oído voces, Galán está aquí con alguien más
-No hay nadie. Él mismo me ha dicho que te reíste de él, está algo dolido, y después te desmayaste
-No me desmayé, sólo fueron unos segundos
-No Alberto, te desmayaste, parece que sólo dormías, Galán te dejó ahí para que tu cabeza recibiera más sangre, estabas sobre la alfombra del salón, eso me ha dicho, pero no sabía que estabas aquí todavía, no has hecho ningún ruido
-Puede que me haya vuelto a desmayar sobre… mi propia pota.-empezaba a encontrar la explicación de todo - Joder, me he puesto perdido. Cony, vete al botiquín y tráeme unas píldoras que hay dentro de un tarro de crema vacío.
-¿Qué píldoras?
-Tú hazlo, por favor, date prisa
Cuando Cony volvió me tomé una dosis doble de risperidona, aunque hubiese sido placebo me hubiera encontrado mejor. Me levanté tras un rato sentado y apoyado en la pared del pasillo, sentía que Cony me miraba incrédula
-Por qué tenías un cuchillo?
-No me acuerdo –le mentí –Me he desmayado otra vez, eso es todo
-¿Qué has tomado?
-Ahora o antes. Lo necesito
-¿Qué son esas píldoras?
-Vamos a casa, te lo explicó allí. ¿Sabías que Galán había vuelto aquí?
-No, pero que más te da
-Menuda película me he montado, nunca olvido tomarme mi dosis
-¿Tomas pastillas de esas?
-Algunos necesitamos una ayudita ¿sabes? Ya noto mi estómago, todo vuelve a estar bien, enseguida me entrará un sueño aplastante…
-¿Por qué no me habías dicho que tomabas…
-Cállate –le corté –No quiero volver a hablar de esto. No ha pasado nada. Sólo necesito tranquilidad. Vámonos
-Cony me rodeó decididamente con su brazo y nos fuimos en silencio, abandoné mi casa reconciliado con Galán, dejando tras de mí un viaje de asco y miedo. Ya empiezo a notar el sueño, y veo que un simple descuido me puede dejar a disposición de mi disfunción, mañana será otro día. Buenas noches lector.

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