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11 agosto 2006

Galán ante la verdad

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-Voy a contarte un secreto, ando flojo del pantalón, y del bolsillo
-¿Ya te has gastado todo lo que te dejó el abuelo?
-Bueno Marla, sabes que el abuelo dejó una esquinita para mí, el resto fue para papá, ya lo sabes. El abuelo pensaba que yo era el más aventurero de la familia, y por aquel entonces vivía con Anabel. Él sabía que quería independizarme, y me dio una ayuda, es una pena que meses después Anabel…
-Se te hubiera terminado igual
-¡Eh! Que no se me ha terminado
-¿Y dónde vives ahora si puedo saberlo? ¿En la casa del coronel?
- ¡No le llames así! Era nuestro bisabuelo. Y no vivo ahí
-Pues el otro día llamé al piso y me contestó una chica, ¿quién es ella?
-¡Ah! Es Cony, una amiga
-¿Sí? Pues esa amiga me dijo que estabas en la casa del río
-¿Le dijiste que eras mi hermana?
-Por supuesto que se lo dije, y encima no me dejó subir
-¿En serio? –yo me reía –Muy típico de Cony
-No le veo la gracia. ¿Quién está viviendo en ese piso? Como se pasen por ahí mis padres no sé lo que va a pasar, no mides las consecuencias
-Por aquí no pasan, estate tranquila, no nos hacemos visitas
-¿Por qué estáis así?
-Por mi maldita culpa, ellos llevan razón y yo no, ¿vale? Tú sigue pensando igual hermanita, son tus padres, ¿para qué pensar o hablar mal de ellos? Además, ¡mira!, soy un privilegiado, un marqués, como decía Carla
- Sé que ya no estáis juntos, es una pena.
-¡Ajá! Así que ya sabías todo, pero aún así me lo preguntas; sabes dónde vivo, qué hago y qué no hago, ¿no? Carla te tiene informada, es tu amiga. Y supongo que como tú, nuestra hermana mayor sabrá también un montón de mí, pese a no verme con ella en tres meses largos. Aunque claro, contigo es distinto porque nos hemos visto últimamente en los juzgados, ¿verdad señorita fiscal de guardia? Es increíble.
-¿El qué es increíble?
-Que tengas veintisiete años y ya seas la fiscal de guardia. ¡Qué distinto soy a mis hermanas! Lo que son las circunstancias que a cada uno y a cada una le tocan.
¿Te ves mucho con Eva?
-¿Con Eva? Sí; bastante. A ver si pasas a ver a tus sobrinos que ya tienen catorce meses.
-No; aún no, son muy pequeños. Pero no te preocupes, voy a ser su tío, son de mi sangre. ¿Sabes? Mis hijos nacerán en la torre, como papá, el abuelo, y nosotros
-Nosotros no nacimos ahí, sólo Eva, nosotros nacimos en el hospital
-Bueno da igual, pero hemos vivido ahí hasta que Eva tenía catorce, tú ocho, y yo cuatro. Y aún así seguía siendo la casa de los abuelos, hasta que murió el bisabuelo. Pero iban todos los fines de semana y los veranos, y acuérdate de que las navidades las pasábamos ahí hasta el año 88, el incendio provocado –dejé caer
-¿Eso de lo que oí hablar una vez? ¿Aún estás con eso?
-Sí; y por eso te digo que estoy flojo del bolsillo, necesito que contrates un abogado conmigo, a Pablo, sigue siendo mi abogado.
-¿Pero qué vas a hacer?
-Estuve investigando hace unos meses, el primo Peyo me ayudó
-¿El que es concejal? ¡¿Qué hicisteis?!
-Nada; buscar entre los archivadores de ese año en urbanística – No le dije que tenía previsto entrar en tal despacho
-Prefiero no enterarme de nada
-Entonces… ¿me apoyarás con el abogado?
-Tengo mucho que perder si lo hago
-No tienes ni idea de lo que puedes ganar, levantar la polvareda suficiente como para recibir una indemnización. Arreglaríamos la casa ¿Por qué no significa nada para ti, para Eva, para nuestros padres? No lo entiendo, pensaba que la genialidad se saltaba una generación

Se hizo un silencio, yo esperaba su respuesta, pero ella parecía dolida, aunque dudo que lo estuviera. Mi hermana Marla era la estrella de la familia, lo tenía todo; yo, en cambio, no he nacido para triunfar, tal vez Marla empiece a pensar lo mismo, o bien crea que me he vuelto loco. En cualquier caso, espero que al menos me siga reconociendo, ella es el último eslabón que me ata al mundo, la única testigo presencial de toda mi vida

Me quise despedir de ella pidiendo la cuenta: dos cafés, un sándwich y una cerveza
-No deja, ya pago yo ¿Ya te vas? –Me dijo Marla
-Te dejo que pienses lo que hemos hablado. –Hice un gesto de claro cansancio y me quité las gafas oscuras para secar el sudor en mis párpados.
-¿Qué te ha pasado?
-¿Qué?
-Ese ojo morado… ¿Te han pegado?
-No; me caí de la cama, -le mentí, -y me golpeé contra la esquina de la mesilla de noche
-Está inflamado, deberías darte una pomada. Espera , no te vayas, vamos juntos a la farmacia de al lado.
-Como quieras

Marla me compró la pomada en la farmacia, de todas formas la inflamación no bajaría en unos días, no es que me molestara tener el ojo negro pero sí que Galán me asestara un sonoro derechazo al que no quise responder, es una opinión como cualquier otra, tampoco le dio por gritar o ensañarse conmigo. Creo que tardaremos un poco hasta que se aclare el cielo, que está en plena tormenta, capas y capas de nubes oscuras como la azul y densa lejanía de las montañas. Maldita ciudad, esperaré al momento de escapar, o tal vez se acaben mis reservas de mala suerte, o dura justicia

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Ya viene. Cony me mira desde la otra acera. Ya cruza.

-Qué mal aspecto tiene. Te dio muy fuerte. Se ha ido de casa.
-¿A dónde?
-A casa de sus compañeros de antes
-¿De antes de vivir contigo?
-Sí.
-Me siento fatal -sentía algo corroyéndome las tripas, temblé, estaba débil, me faltaba combustible. Cony me abrazó. No me lo esperaba, por eso me pareció el calor más dulce, el instante más feliz que recordaba. Llegó en el momento oportuno, me devolvió la vitalidad. Su cabeza permaneció junto a mi pecho. Dejé de preocuparme por Galán.
-¿Cómo estás?
-Ahora bien, pero esta noche no he dormido. Que te pegue a ti en caliente lo puedo contemplar, pero que me de una bofetada cuando ya estábamos en casa…, gritándome, llamándome de todo. Se marchó mientras seguía gritándome. Creo que se ha acabado
-La mala suerte, mi jodida mala suerte, siempre me pasa, vivo en mi mundo, apartado del lenguaje humano, fuera de sistemas, en mi burbuja de drogadicto crónico, ni aunque deje de tomar, me han jodido el cerebro para siempre. Voy a explotar, cuándo coño voy a reaccionar, a seguir con lo que empecé, ¿por qué?, ¿por qué?, ¡dios!, no soporto esta puta ciudad, dios, no puedo respirar…
-Vámonos de aquí, tranquilo, vámonos

Caminamos bajando la calle Sagasta, cruzando el puente me dio una leve bajada de tensión, caminando hacia los árboles se me pasó, ya notaba la brisa, el olor de la flora silvestre empapada de lluvia todavía. Quise que anocheciera ya, pero era media tarde, y aún no había comido desde la violenta cena de anoche. Le insinué a Galán que me había acostado con Cony, no se lo tomó mal, me dijo que era natural y que pensaba que ya lo habríamos hecho antes. Aún así Cony le dijo que yo era muy bueno en la cama, creo que Cony no entendió lo que le estaba diciendo a Galán. Yo dije: “Qué tonterías dices Cony”, y me reí de ella volviendo la cabeza hacia Galán, que venía hacia mí con seguridad pasmosa, se sentó a mi lado, mirándome de cerca con el ceño fruncido: “¿Tú la quieres? ¿Amas a Cony?” -“Me has hecho dos preguntas que no vienen al caso, creo que sabes bien que quiero a Cony” –“¿La amas? ¿Cuidarías de ella para siempre?”
-¿Por qué me preguntas eso? Galán, tú eres su compañero; no yo, pero soy vuestro amigo, compartimos cosas, pero Cony te quiere a ti
-A ti también te quiere, siempre ha hablado bien de ti
-Bueno, es que somos amigos
-Ya, pero ella habla de ti a veces, de una forma que no sé si lo dice para joderme…
-O tal vez sea que te lo cuenta todo, no creo que Cony hiciera eso para herir.
Y te quiero decir una cosa, ahora que no está Cony, es sobre ella, me preocupa algo de ella
-Que te preocupa algo de ella, ¿qué?
-Bueno, por lo que hablo con ella, creo que tiene carencias afectivas desde la adolescencia. Tú le ayudaste a serenarse, pero los síntomas de la bulimia que no se trató…
-No quiso tomar esa porquería de pastillas y ya está, ¿qué síntomas?
-Galán, parece mentira que…, viéndote, conociéndote…, seas tan ignorante. Cony aún no se ha dado la ostia, pero es muy frágil, y la ostia llegará…
-¿De qué hablas?

-¿De qué habláis? –dijo la recién llegada Cony

Galán esperaba que respondiera yo, Cony también, pero no hice movimiento alguno, me quedé ahí, mirándoles. Cony tenía que contarle a Galán lo que me contó a mí, si dices que eres libre, sé libre y actúa; pero ella no está jugando bien su papel, se distancia de Galán a cada mirada, a cada voz, poco a poco veo a Galán más entristecido, más cabeza abajo, resentido, apoyados sus codos en sus muslos y pegadas sus manos a la frente, sudor frío, rabia en auge
-Galán, ¿estás bien?, -dije. Pero no movió ni un músculo, por un instante me pareció que se lamentaba. No me contestó y quedamos recluidos en una atmósfera cargante y molesta.
-Estoy bien, pero no entiendo una cosa –Se incorporó y miró a Cony, parecía que iba a preguntarle algo. -No entiendo como puedes ser tan puta
-Cony no te pertenece –Le miré a los ojos, él seguía mirando a Cony. Me irritó ese comentario
-Tampoco te pertenece a ti, gilipollas –Su tono era desafiante –Y tú Cony, sigues sin decir nada, ¡Me has jodido bien!
-Tranquilízate Galán, deja de castigarte, esto es más simple de lo que crees
-¿¡Que me tranquilice!? –Galán parecía más violento, noto que se siente traicionado y que lucha contra esa sensación, pero cuanto más piensa más se pierde –Me voy de aquí, enrollaos a mis espaldas todo lo que queráis.
-Galán, no estás siendo razonable
-Dime Cony, ¿es la primera vez que te acuestas con otro estando conmigo? -Galán había hecho una pregunta de órdago
-¿Pero no te das cuenta de que somos como una familia? ¿Por qué no puedes entenderlo?
-Pensaba que sería más fácil –dije
-¿Qué sería más fácil? Si Anabel hubiera estado con otro tío a ti no te hubiera gustado
-Si me lo hubiera contado hubiera sabido qué pensar
-¡Dios! Me tengo que marchar –Galán estaba desolado, me acerqué a él, intenté abrazarle, pero se revolvió vehemente, se levantó y me asestó un duro puñetazo
-HIJO DE PUTA, TRAIDOR –estaba fuera de sí –Cony, te odio, me has hecho daño. Será la última vez.
-Galán , por favor, no te vayas, ¡para! ¿A dónde vas?

No nos dio tiempo de nada más, Galán se marcho dando un portazo que hizo temblar los cimientos de mi ruina. Creo que Galán lo entendió al principio, pero esas preguntas que se ramifican hasta la extenuación colmaron su flemático carácter

-Yo también me voy a marchar. Nos vemos mañana. Te llamo yo
-Siento que haya sucedido así –dije mientras me ponía hielo en el párpado –Sinceramente, me importa un pimiento lo que haga Galán, es mayorcito, pero tú, Cony, me tienes preocupado, ni siquiera sé lo que piensas de todo esto, no has hecho más que pasar del tema, como si no fuera contigo
-Bueno, alguna vez se tenía que enterar ¿No?
-¿De qué? ¿De que te cepillas a todo lo que se te pone por delante? Tienes un problema y lo sabes, ahora soy yo el que se siente mal. No puedes quedarte en silencio cuando son tus palabras las que necesitaba oír, se estaba rayando los sesos con una cucharilla, joder.
-¿Tú me quieres?
-Demasiado; eres una avispa, pero…, sí; te quiero mucho
-Yo no sé qué decirle, te dije que no sería buena idea, ahora, de repente, no quiero marcharme. Vamos a colocarnos, necesito evadirme, quiero estar contigo
-No, Cony. Debes volver al piso con Galán. Ya nos veremos mañana. Me pasaré después de las tres de la tarde a hablar con Galán. Pero ahora vete, voy a tomarme un valium y a echarme hasta que me duerma, no quiero pensar más
-De acuerdo, mañana nos vemos. Lo siento mucho, ¿te duele?
-Sí; me duele Galán. Quédate lo que quieras, yo me voy a dormir –Le di un beso en la frente y me retiré de la sala. Antes de quedarme dormido la oí salir, después debí caer en las profundidades del sueño. Soñé con Anabel, y al despertar sentí una fuerte angustia encima del estómago. ¿Por qué todo el mundo me abandona? Soy un canalla desposeído cuyo sarcasmo…
No viviré más de una década, estoy condenado.
Me ahogo, me duele, me despido. Hasta la próxima

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