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11 agosto 2006

Diarios desde la torre REInicios

http://cuentacuentos06.spaces.live.com/ <---- CUENTACUENTOS

La frase de esta semana es: Era el miedo el que gobernaba mis palabras

Era el miedo el que gobernaba mis palabras. Como recordó después. Estaba aterrado por el error que había cometido. Le miraban palomas y agentes de la ley, la dichosa ley; de problemas con la autoridad, pasó a problemas con la ley; cual regla apareciese en su camino provocaba un fulgor en su mirada. La autoridad a lo largo de su vida estuvo encarnado en mano de hierro, dictadura, opresión, sinrazón... Recordó lo que había hecho hace segundos; recordó la intención de lo que hizo y se sintió culpable. Dovo había cruzado la calle, y entre la arbolada acera distinguió dos coches parados. Siguió caminando y, mientras llegaba, distinguió mejor un coche de policía, el cual había echado de la vía a un mercedes blanco. Los agentes de la ley parecían hablar con el conductor del mercedes a través de las ventanillas.

Antes de eso, Dovo había estado bebiendo en su bar del jueves noche, y como siempre había mezclado cerveza mahou con whisky jack daniels, puede que eso no le hiciera reazonar las consecuencias de empezar a cantar a viva voz:

"Estado policial; Estado policial; convenzo a mil idiotas y les pongo un sello y una dictadura 40.000 días; Estado policial"

Cuando terminó, miro hacia atrás sigilosamente y vio que todo estaba en paz, caminó tranquilo, pero de repente ...¡unos pasos!, un coche había hecho rugir su poderoso motor y se veían los destrellos de unas luces rojas y azules en su camino, le seguían, apretó el paso queriendo pasar página pero fue una ilusión repentina, estaba pillado.

-¡Oye!,-escuchó de repente. Se dió media vuelta y vio salir a dos policias estruendosamente de un coche, del coche que había visto hace un momento. Eran ellos, qué rapidez, pensó Dovo; pero se sorprendió aún más cuando vió a su lado, amenazador, al conductor del mercedes que dió por acorralado por la policía. Parecía policía, hubiera faltado una palabra, pero le estampó su identificación el su panorámica,¡primera exigencia!: presta atención, te sustraigo tu atención, tu campo visual estará restringido un segundo por un acto reflejo que mira como un tonto mira el dedo, o una víctima a su agresor.

-¡policía!, -le dijo con su voz grave. Para Dovo había surgido como un relámpago. Le ordenaron: -¡Junto al coche!, mientras le agarraban del brazo izquierdo, ¡segunda exigencia!; ahora entraba en juego lo que aprendió de tanto dar la policía en su vida ultimamente.

-¡ A ver! sácate todo de los bolsillos y ponlo encima del capó. Dovo se fue echando las manos en los bolsillos, sin mirar al poli bueno-poli malo que formaban la parejita, ni al "secreta", no sabía cual era el mote para los "secreta".
Dovo se vació los bolsillos y lo dejó todo encima, cuando el secreta se aproxi8ma a Dovo para decirle:

-Qué decías, eh...qué decías que no te he oído bien.
-Canta, venga, canta -Le dijo con tono exigente el que parecía el poli malo.

Aterrado por lo que podía suponer una multa, una sola multa para su libertad, Dovo dijo mientras estaba dominado por el miedo:

-Lo siento; estoy bebido, y sólo estaba cantando
-Pues canta, vamos
-Es que ahora me intimidas; no canto si me intimidan.
-¿Ya no cantas, eh? Y qué decías, ¡eh!, ¿Qué decías?
-Solo cantaba una canción de extremoduro, como te he dicho estoy borracho y me he puesto a cantar, ¿es ilegal?

Mientras tanto, uno de ellos buscaba entre la cartera y el móvil armas de destrucción masiva y otras variedades que Dovo no provaba en tres semanas largas, muy largas. El agente de la ley no encontró nada, por su gesto, pensó Dovo, pero le amenazaba con la mirada. El "secreta", que estaba a su lado, le relataba a Dovo que iba a ser multado con 5o.ooo pesetas de multa por el agravio. Dovo estaba aterrado y además no enfocaba demasiado bien al portavoz de la ley, hasta que notó que el poli bueno le llamaba con voz mansa. "Tienes que firmar aquí", le dijo mientras extendía un documento que no llegó a leer. Dovo no sabía que firmaba pero firmaba, y mientras tanto, el poli agresivo, el malo, llamaba a comisaría dando los datos de Dovo, tal vez pidiendo información, pensó Dovo. Sus antecedentes habían estado concentrados en una noche, en un instante de algunos segundos, una laguna en su memoria, alcohol de anestesia que le hizo descender a los abismos de prisión, tras unos días de calabozo, parecieron semanas. En esos días había comprendido lo que es estar privado de la libertad, una bejación; también comprendió qué tipo de gente solía ser policía, "gentuza", pensó Dovo, sus miserias. Mientras tanto seguía sin recordar nada en ese calabozo.
Aterrador fue cuando Dovo pasó "de oca a oca" al calabozo de los juzgados, donde vió escritos los comentarios a calzón quitado de algunos de los que habían pasado por ahí. Es una pena que este calabozo no se pueda pintar, es una gracia el espacio sin libertad,la frontera, pensó Dovo.

-¡Vuelve, chico!, ¿dónde estás?
-Ya te hemos puesto la denuncia, ya te llegará la multa. ¿Tienes antecedentes policiales?
-Sí, contestó Dovo pensando en el mal.
-3oo euros -dijo el poli "tonto", ya no les distinguía, -Cincuenta mil pesetas, dijo con énfasis.
-Pues no sé cómo lo voy a pagar....,y además, ¿qué he hecho? Sólo cantaba.

Montaron en el coche, y los tres agentes se desvanecieron del lugar. Dovo siguió caminando y pensando, no puede ser verdad, no puede ser verdad, la multa no llegaría, no le privarían de la libertad. Durmió mal esa noche, lo había pasado bien en el bar, habían pasado cinco minutos desde que pagó su consumición , y en un instante la vida podía volver a cambiarle. Los 19 días que había pasado en la cárcel por agredir a aquellos policías, eso que no recordaba, le habían convertido en un tipo recubierto de una costra de dureza, no le asustó volver a prisión por un momento, sentía ira, y volver a visitar al hijo de puta que le había estado intimidando las primeras noches en prisión, enfocándole con un espejo que refejaba la luz a los ojos de Dovo, desde su celda, enfrente de él, un piso por encima, y los "te voy a rajar" que siseaba la primera noche. No quería recordar nada más. ¿Llegaría esa multa?

Durmió mal y al despertar estaba muerto de miedo, ahora era la angustia la que había
asesinado sus palabras

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