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11 agosto 2006

Diarios desde la torre. Mina




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Carta de amor de un joven malvado

Era verano, hacia calor y acababa de enamorarme, aún lo recuerdo bien, sentía una lozana sensación de libertad al tener a alguien como tú a mi lado, me acostumbré pronto a la felicidad. Yo era más ingenuo e interpreté que lo que sentía era una liberación, aún así algo intentaba comunicarme la intuición, algo no sabía, qué sería…

No lo podía saber, el amor iba junto a la locura desde que ésta le dejó ciego por error, es que tanto se escondía el amor, entre esas zarzas, que la maldad fue a decirle a la locura que utilizara el rastrillo que estaba a sus pies para llamarla entre las zarzas, pero la locura al buscar al amor con vehemencia, sacó los ojos al amor, fue un error, desde entonces la locura es su lazarillo, juró no abandonarle nunca y ser sus ojos perpetuamente


Moldeaste mi alma hasta hacerla tuya, quise declararme en rebeldía, pero te cansaste de mi existencia una aciaga noche, me perdiste el respeto y te insulté con ira; te dolió

Tanto odio viste en la armonía de mis pasos, que pesaban mis párpados de tanto esfuerzo por querer llorar como un niño, resbalaban mis lágrimas por tus mejillas, lloraste conmigo. Me puse melancólico y quise olvidar. Pero Cómo olvidar el daño que has hecho a mi alrededor, se me nubla la vista y te veo mirarme como si no me conocieras, me asusto de lo rápido que nos hemos distanciado.

Te vas cuando aún formabas parte de mí, sin dar explicaciones, y sólo quieres que me olvide de ti sin mediar palabra, pero mis ojos no olvidan

Fuiste lo que siempre quise ser, y que me construyeras en tu mente como al primero de tus amantes

Y ahora, detrás de la máscara, te encuentro todavía más especial, más intrigante. Me pierdo con el recuerdo de tu aliento junto al mío

Desde que no estás sólo quiero salirme con la mía, parece que has despertado mi lado malvado. Soñaba antes si dormido; ahora soy un soñador incansable, he mutado por tu desencanto, he aprendido a reírme de mí, y a domar mis encantos, con un poco de tacto

Has sido una gran experiencia, como un experimento antropológico para conocer el cuerpo de la creación, te cansaste de ser cobaya, supongo, te quería querer como a nadie quise, te fuiste sin poner mi lealtad a raya.

Espero que cuando lo dejes con ese poeta fanático con el que vas, visites mi alrededor, que tanto mancillaste sin querer, porque habías dejado de querer.


Ahora intento ir más allá de lo que dicta el bendito acomodo, soy culpable, y es mi sino meterme en problemas, también resolverlos con dones adquiridos, pero este gran don del perdón se lo debo al problema que resultó de que te acercaras a mí en esa biblioteca.

Resolví el desamor, que unido va al amor como la muerte a la vida.

Últimamente no me acordaba de lo nuestro; pero esta noche he pensado en lo mal que me hubiera sentido si no te hubiese dicho mi nombre, sabía algo también, las arañas atrapan a las moscas, pero dejan escapar a las avispas, me catalogaste mal, te diste cuenta más tarde, por eso esta es la carta de amor más honesta, porque sé que el daño que te hizo saberlo fue mayor que el dolor que a mí me ha supuesto

Mi dulce araña Mina


Sabes lo que pienso ahora: dejar los malos rollos colgados en la percha de la ropa vieja

Y verte algún día por el barrio y que me invites a una cerveza

Avispa desde la torre, aquí en la rivera norte me conocen por Dovo, ya sabes que soy un montaraz…

PD: Ahora Cony y Galán llevan el “pollo”, pregunta a tus amigas.

Besos húmedos

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Diarios desde la torre. El día que conocí a Mina


Llevaba tan sólo dos días instalado en el caserón lúgubre, en la torre. Era Abril y escribía mis diarios... De esto hace casi un año.




He conocido a mis amantes siempre entre libros. A Mina la conocí en una feria del libro usado. Aunque sólo paseaba por la feria, paseando por el casco antiguo de la ciudad, viendo los carteles de la función teatral de esta noche, pensando en las dos entradas que tenía, mientras caminaba por la Plaza del mercado. Pero me paré a ojear una a una cada cabina librera, y di con la de Mina. En la media lejanía, mientras hacia sus ojos caminaba, me pareció muy interesante su forma de sonreír mientras hablaba por el móvil.

Me acerqué a preguntarle algo que se me ocurrió sólo para hablar con ella. Era sobre libros…, pensé en las estanterías llenas de libros de mi abuelo, yo andaba mal de dinero.

-¿Cuándo se volverá a reunir esta gente para repetirlo?
-¿La feria? Puede que el año que viene.
-Estoy interesado en vender libros usados, los tengo a miles, ¿tú podrías darme consejo?
-¿Consejo para venderlos?
-Sí; algo así.
-Pues nada; entérate cuándo será la próxima feria y pide una cabina al Ayuntamiento; son baratas.
¿Porqué quieres deshacerte de los libros, son muchos?
-Sí; son muchísimos. Mi abuelo coleccionaba dos cosas, libros y vino de Rioja; ahora esos libros son míos, y ando mal de pelas…
-Pues hasta la próxima primavera me parece que nada.
-¿Cómo te llamas?
-Mina.
-¿Los libros son tuyos?
-No, que va, son de la librería de mi tío; la que está junto a la catedral.
-¿Rapsodia? No te vi nunca por allí.
-Llevo dos semanas de librera.
-Por eso no me suena verte, eres nueva ¡claro!
-¿Te gusta leer; no?
-¿Leer? Sí, no está mal, tendrás un cliente. Me gusta cosas como Dostoievski, Camus, Kafka, Melquíades…, ¿los conoces?
-Sí claro; ya te he dicho que soy librera
-No, me refería a si los has leído alguna vez.
-No me gusta Kafka, creo que lo único que pretende es impresionar. En cuanto a Camus y los otros…, no he leído nada. ¿Están bien?
-Tú eres feliz.
-¿Feliz?
-Si eres feliz no creo que te gusten, seguro que lees a los sudamericanos.
-Pues sí, soy fan de Cortázar.
-¿Rayuela?
-Sí.
-Lo sabía…
-Por qué
-No por nada; no he conocido aún a una chica que le gustara leer y no leyera a los sudamericanos.
-A ti no te van mucho, ¿no?
-No; tengo prejuicios desde el instituto, me obligaron a leer un libro de García Márquez. Se me hizo muy pesado, les tomé manía…, no sé más.
¿De verdad no conoces a Melquiades? Escribió una obra genial en su juventud, sobre su familia. Cómo sería su familia que guardo esa obra toda su vida. Cuando ya era un artista reconocido entregó esa obra a su hija bajo estrictas órdenes de no difundirla hasta que todos sus familiares directos dejaran de vivir, entonces tendría que publicarla. Pero su hija murió antes que él, y su esposa también. Él tenía más de noventa años y estaba sólo. No podía confiar en las editoriales de esa época, a finales del XIX. Necesitaba un cómplice al que otorgar esa obra. Andaba mal de tiempo, estaba enfermo, se estaba muriendo de una afección bronquial…
-¿Y no encontró a nadie?
-Cuando le llevaron al hospital donde pasó sus últimos días, se llevó el texto de la obra con él, y en su lecho de muerte pidió al médico que le cuidaba que guardara esa obra hasta que murieran sus familiares; en fin, le contó toda la historia, esa fue su única preocupación hasta su último suspiro.
-¿Qué tendría que esconder?
-Su familia era un infierno. Los personajes eran egoístas, usureros, maltratadotes… Por eso hizo que fuera su obra post-mortem. Curiosamente hoy se representa en el Bretón, fue concebida para teatro.
-¿En serio?
-Si quieres ir te doy esta entrada…
-¿Tú no vas?
-Sí, pero me sobra una.

Papo· .. desde la torre.



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